Para asegurarnos de que el producto se conserva correctamente, evaluamos su protección antimicrobiana. Para ello, pasa el challenge test, que consiste en verificar cómo el producto se defiende por sí mismo frente a una agresión microbiana.

Verificamos que el producto se mantenga estable con el tiempo, es decir, que su color, olor o aspecto no cambien.
El producto se coloca en condiciones térmicas extremas. Estas pruebas permiten asegurarse de que cuando nuestro producto viaja por el mundo, sigue siendo de buena calidad.

También evaluamos la buena tolerancia del producto (ausencia de reacción de irritación) y la ausencia de reacción de sensibilización en sujetos adultos.

Una vez asegurada la seguridad del producto, medimos su inocuidad y eficacia en condiciones reales de uso, en un panel de niños o mujeres, según el producto. Este procedimiento se realiza bajo el control de dermatólogos y/o pediatras.

En la última etapa, todos los resultados se someten a un experto toxicólogo independiente, externo a nuestros laboratorios, que debe confirmar que nuestros productos son seguros.
Se elabora un informe de seguridad que está disponible para las autoridades competentes en cualquier momento en caso de control – sin este documento el producto no puede salir al mercado.

¿Su misión? Intervenir en todas las etapas clave del desarrollo del producto: evalúa y participa en la homologación de cada ingrediente, valida la fórmula y verifica su inocuidad, verifica y se compromete con la seguridad del producto terminado antes de su comercialización. Ningún producto se comercializa sin su validación en cada una de estas fases.

Cuando el producto se comercializa, seguimos atentamente la vida del producto – así tratamos con la mayor atención cualquier reclamación y efecto adverso en el marco de nuestro proceso de calidad y cosmetovigilancia.